martes, 21 de mayo de 2013

La construcción del objeto de investigación



PRESENTACIÓN.

El problema central y crucial que deben enfrentar los estudiantes tesistas es la definición de su objeto de investigación.  Entendemos que todo objeto de investigación, en Ciencias Sociales, es un constructo que resulta de una elaboración a partir de ciertos datos obtenidos desde la realidad.

Investigamos a partir de la realidad y, en el caso específico de las Ciencias Sociales, a partir de un campo disciplinario, definido y acotado: el objeto de investigación se construye y se encuentra en un problema de la realidad definido desde un determinado campo disciplinario, y desde es realidad dentro de la cual recojemos ciertos datos.

de este modo, la tarea del investigador (o futuro investigador), consiste en tomar conocimiento de aspectos o fenómenos de la realidad (o sea de problemas), que otros pueden haber soslayado o no haberlos percibido, introducir o insertar ese problema en un cuerpo de conocimientos (es decir, dentro de un campo disciplinario) e intentamos resolverlo aplicando los instrumentos metodológicos de la ciencia.
Luego, el punto de partida de la construcción del objeto de investigación es un problema.

EL PROBLEMA COMO PUNTO DE PARTIDA DE LA INVESTIGACIÓN.

¿Qué es un problema, desde la perspectiva metodológica de las Ciencias Sociales? Bunge propone que “la investigación, científica o no, consiste en hallar, formular problemas y luchar con ellos…” y más adelante dice: “no se trata simplemente de que la investigación empiece por los problemas: la investigación consiste constantemente en tratar problemas.” (Bunge, M.: La investigación científica.  Barcelona, 2004.  Ediciones Siglo XXI, p. 145).

Observamos la realidad y desde la realidad, construimos un problema.  Lo que hacemos desde la ciencia es problematizar la realidad.

Tres vías pueden ser útiles para construir un problema de investigación, a modo de ejemplo:
a)  criticar soluciones o problemas conocidos o existentes, para proponer nuevas soluciones, o nuevos enfoques de un problema ya conocido desde un mismo campo disciplinario;
b) aplicar soluciones innovadoras a problemas conocidos o existentes o proponer soluciones conocidas a problemas innovadores:
c) generalizar viejos problemas con nuevas variables u otros campos disciplinarios;
d) buscar nuevas relaciones entre problemas ya conocidos; y/o
e) abordar problemas ya conocidos desde distintos campos disciplinarios combinados.

Un problema puede definirse como “una dificultad que no puede resolverse por sí sola, sino que requiere de una investigación”.  Un problema es una situación compleja, un conjunto de hechos seleccionados por el investigador y que requieren de una solución o necesitan ser comprendidos, analizados, descritos y/o explicados.

La lógica operacional alrededor de un problema es una secuencia “realidad – problema – investigación – solución”.  Cualquiera sea la naturaleza de un determinado problema, considerado como objeto de investigación, contiene en sí  mismo: un conjunto de factores causales o generador, un conjunto de factores constitutivos o el fondo del problema, y la solución del problema.

LA CONSTRUCCIÓN DEL PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN.

Construimos un problema de investigación por lo tanto:

a) desde un conjunto delimitado de factores y datos de la realidad, se define una situación compleja o nudo problemático, situando el problema en una perspectiva disciplinaria o interdisciplinaria;

b) se establecen los factores de contexto (tiempo o duración, historia, estructuras o sistemas que influyen) que determinan e influyen sobre el problema delimitado;

c) se establece el o los generadores, el fondo del problema y sus efectos o consecuencias más relevantes.

Manuel Luis Rodríguez U.

Una versión completa de este ensayo, se encuentra en:

 http://aulasvirtuales.files.wordpress.com/2011/09/la-construccic3b3n-del-problema-de-investigacic3b3n-en-las-ciencias-sociales.pdf

Si usted desea recibir una copia textual de este ensayo, escríbanos a: rodriguez1949@gmail.com

miércoles, 15 de mayo de 2013

Las encuestas de opinión - Consideraciones metodológicas

I. Concepto general de la encuesta como técnica de investigación

La encuesta es una técnica de investigación social que permite conocer las opiniones y actitudes de una colectividad por medio de un cuestionario que se aplica a un reducido grupo de sus integrantes al que se denomina «muestra». Esta técnica se usa con frecuencia en las campañas electorales.

Quienes no han estudiado estas disciplinas cuestionan la validez de esos datos argumentando que lo que dicen unos pocos cientos de personas no permite saber lo que opinan cientos de miles de ellas y elucubran acerca del tamaño de la muestra, su confiabilidad y otra serie de temas. Normalmente imaginan que los procedimientos que deben conducir a la elaboración de una muestra son casi mágicos.

La verdad es que tendríamos una muestra perfecta si lográramos hacer un sorteo en el que todos los electores de un país tuviesen exactamente la misma posibilidad de ser entrevistados. La mejor muestra sería fruto del azar más completo.

En la práctica, esa igualdad de posibilidades no se da. Es más fácil encuestar a los habitantes de las ciudades que a los campesinos, a los de los barrios de clase media que a los de clase alta, etc. En la medida en que el azar total no funciona, los encuestadores toman una serie de medidas técnicas y hacen cuotas para que no sean entrevistados solamente los que tienen más posibilidad de serlo.

Las encuestas electorales están en el ojo de la polémica electoral contemporánea. Desde tiempos inmemoriales los seres humanos tenemos temores y actitudes mágicas frente a los instrumentos que parecen predecir el futuro. Esta tensión instintiva sumada a las pasiones de la lucha por el poder forman una mezcla explosiva que detona en cada campaña electoral.

Las encuestas son conocidas por el escándalo que produce en las campañas la publicación de la simulación electoral, que es una pregunta del formulario que averigua cómo votarían los ciudadanos si las elecciones fueran el día en que se realiza la encuesta. Los candidatos se obsesionan por esa pregunta. Los porcentajes producen polémicas estridentes. Unos dicen que según «sus» encuestas ganan, otros que las encuestas publicadas son falsas, otros que no creen en las encuestas. En varios países de América Latina se han hecho cuñas de televisión hablando de «verdaderas encuestas» y otros disparates.

Los temores mágicos han puesto el foco de la polémica en lo intrascendente y no en lo de fondo. Las encuestas son muy útiles para ganar una elección si se las usa como lo que son: una técnica de investigación. Su fuerza está en la cantidad y calidad de la información que proporcionan a quienes elaboran las estrategias electorales.

En una época en que la democracia se ha ampliado y los países no solo se manejan de acuerdo a lo que dicen las élites económicas o intelectuales, una campaña electoral necesita conocer lo que opinan los ciudadanos comunes acerca de los más diversos temas. La única forma de hacerlo es a través de la investigación científica y la herramienta privilegiada de ese tipo de investigación es la encuesta electoral.

II. Antecedentes históricos sobre la técnica de las encuestas.

Originalmente las encuestas se aplicaron a la política por iniciativa de medios de comunicación colectiva que pretendían predecir resultados electorales.

La primera encuesta de que hay noticia la aplicó el periódico Harrisburg Pennsylvanian en 1824 averiguando las preferencias de los ciudadanos de Wimiltown en Estados Unidos. En 1880 fue un grupo de periódicos integrado por el Boston Globe, el New York Herald Tribune, el St. Louis Republic y Los Angeles Times el que realizó una nueva encuesta, consiguiendo un aceptable éxito; sus porcentajes se ajustaron bastante a los obtenidos por los candidatos el día de la elección.

En 1936, la revista Literary Digest intentó hacer su propia encuesta enviando a diez millones de norteamericanos formularios para que los llenasen por sí mismos. El resultado fue catastrófico. Esta experiencia demostró que no es el tamaño de la muestra sino el nivel técnico de quienes la elaboran lo que determina la proximidad de los resultados de la encuesta con los de la elección.

En la década del treinta la señora Alex Miller que pretendía ser Secretaria de Estado en Iowa, contó con el apoyo técnico de las encuestas de su yerno George Gallup para su campaña electoral. Gallup hizo posteriormente su tesis doctoral sobre técnicas de muestreo y fundó una de las empresas de encuestas más famosas del mundo. En esos mismos años surgieron otros grandes encuestadores como Elmo Ropper, que dieron mayor prestigio científico a las encuestas de opinión pública.

Desde entonces en los Estados Unidos las encuestas han servido como instrumento de tecnificación de las campañas electorales y como ingrediente de un periodismo moderno, más preocupado por la opinión pública.

En los Estados Unidos se celebran centenares de elecciones y consultas populares todos los años desde hace muchos años. Esta amplitud y permanencia de la democracia ha permitido que en ese país las técnicas electorales se hayan sofisticado como en ningún otro lugar del mundo. A partir de la campaña del Presidente Kennedy, la mayoría de los políticos norteamericanos comprendieron la utilidad de este tipo de estudios, y actualmente no existe ningún candidato medianamente serio que al iniciar su campaña no proceda a conformar un equipo de consultores profesionales que le asesoren entre los cuales, inevitablemente, está al menos un experto en encuestas.

A partir de la formación de la American Asociation of Political Consultants en los años sesenta, la consultoría política se ha profesionalizado. En la política norteamericana actual nadie duda de la importancia de estos profesionales en campañas electorales y existen varios centenares de empresas dedicadas exclusivamente a la política práctica.

En el intento de avizorar el futuro, la suerte de las encuestas ha sido variable. Por lo general, los sondeos han previsto los resultados electorales aunque a veces han fallado estrepitosamente, como en 1948 cuando todas las empresas predijeron la derrota del Presidente Truman, o como en las elecciones nicaragüenses de 1990, en que la mayor parte de las empresas encuestadoras predijeron el triunfo Sandinista sobre Violeta Chamorro.

En la mayor parte de los países de América Latina las primeras encuestas se aplicaron patrocinadas por medios de comunicación colectiva. En estos días son muchos los periódicos y canales de televisión que publican encuestas cuando llegan las elecciones. Algunos medios de comunicación modernos usan regularmente estudios de opinión pública para otros temas que no son estrictamente electorales, pero que son cada vez más importantes para comprender la política contemporánea.

Actualmente en América Latina son pocos los políticos que manejan bien las encuestas y la consultoría política para orientar sus campañas electorales, aunque en los últimos años, en la mayoría de las campañas han participado consultores que basan sus estrategias en los resultados de investigaciones técnicas.


III. Lo que no son las encuestas

En torno a las encuestas electorales circulan algunas ideas equivocadas a las que nos referiremos brevemente.

Ante todo, las encuestas no expresan las preferencias de quienes las hacen. Puedo ilustrar con mi experiencia personal: a través de los años he hablado con políticos que me agradecen porque los resultados de una encuesta que publiqué les son favorables o que se enojan porque les son adversos. Ambas actitudes son erróneas. Soy un profesional en la materia y mis estudios reflejan simplemente lo que encuentro a través de la investigación más allá de mis simpatías o antipatías. La encuesta, si está bien hecha, no debe reflejar los sentimientos ni negativos ni positivos de los encuestadores.

Hay otro error muy común entre políticos y periodistas: creen que la principal información que aporta la encuesta consiste en adivinar el porcentaje de votos que obtendrá el candidato el día de la elección. Creen además que ese porcentaje corresponde al que obtiene en la simulación. No saben que el resultado de esa pregunta es solamente un dato de los tantos que aporta la encuesta y que los números deben ser leídos por especialistas que saben interpretarlos.

Muchos creen que simplemente es cuestión de leer los porcentajes, pero quien se fía de la interpretación de una encuesta hecha por periodistas comete el mismo error que el que cuando se siente enfermo, entrega los resultados de sus exámenes de sangre y radiografías a la prensa para que le diagnostiquen. Se equivoca: esos exámenes debe interpretarlos un médico.

Tanto para el político, como para el lector o el televidente, es más importante conocer las razones por las que los ciudadanos están votando de determinada manera, la dirección en que se mueven, los efectos de los hechos políticos, los aciertos y equivocaciones de cada uno de los actores en la campaña electoral, que saber lo que ocurriría si las elecciones fueran el día en que se aplica una pregunta.

La encuesta electoral, por lo demás, es una especie de foto.

Sólo tiene sentido si se puede imaginar cuál es la película de la que forma parte. Si un candidato tiene el 15% de las preferencias electorales, la cifra puede ser buena o mala. Una cosa es tener ese 15% después de haber obtenido en la anterior encuesta un 30% y otra si antes tenía un 5%. En el un caso 15% es muy malo y en el otro muy bueno. Un solo número no da información suficiente para evaluar la situación de un candidato porque no permite apreciar los movimientos.

El público en general y los medios de comunicación en particular, creen que lo importante es que la encuesta adivine el futuro. Algunos medios de comunicación proponen la realización de verdaderos concursos: veamos cuál encuestadora se acerca más a los resultados finales con la mayor anticipación posible. Este es otro error. Hay varios problemas para que las encuestas cumplan con ese cometido.

En los procesos electorales latinoamericanos muchos ciudadanos se mantienen indecisos hasta el final. En la mayoría de nuestros países la lealtad partidista es baja y los votantes muy volubles. Nuestras sociedades son enormemente heterogéneas y en todas nuestras ciudades hay zonas difíciles de encuestar por su peligrosidad. Pretender que una encuesta adivine los porcentajes de una elección es absurdo.

En los países en los que el voto es obligatorio las encuestas tienen menos precisión. Muchos votantes (aproximadamente un diez o quince por ciento), deciden finalmente su voto el día de la elección. Generalmente están allí por cumplir un requisito y evitar una multa y les da lo mismo votar en cualquier dirección. Con su voto pueden inclinar la presidencia del país a favor de un candidato, aunque no tienen interés ni siquiera en opinar sobre el tema.

Que lo haga con semanas de anticipación es también poco lógico. Los resultados de una encuesta son más aproximados mientras menor es la distancia entre la fecha de la encuesta y la de la elección. Cada nuevo día es un espacio para lo imprevisto. Algunos candidatos guardan sus peores ataques para el último momento y a veces logran alterar a los votantes. A las únicas encuestas a las que se les puede pedir una mayor precisión es a las «exit poll», encuestas hechas en la puerta de los recintos electorales.


viernes, 10 de mayo de 2013

Una educación para la transformación personal y social - Claudio Naranjo



El tema  ya ha sido anunciado y es prácticamente una tesis: ya es hora de que tengamos una educación para el desenvolvimiento humano. Conlleva también la convicción implícita de que, sin una educación para el desenvolvimiento humano, difícilmente llegaremos a tener una mejor sociedad.

Ya hemos vivido una historia muy larga de nobles propuestas y encarnizadas revoluciones por el cambio social que descuidaban el cambio individual y pareciera que ya es hora de que entendamos que, si queremos una sociedad diferente, necesitaremos de seres humanos más completos: no se puede construir algo de tal naturaleza sin los bloques elementales apropiados.

            Es éste un tema que me viene interesando desde muchos años y en el que comencé a involucrarme cuando empecé a intuir el valor político  de la educación del individuo.

(Por supuesto digo “político”en el gran sentido de la palabra, alusivo al bien público y no al maquiavelismo de la política de poder). Pensaba entonces que la comprensión del potencial de la educación para la evolución social sería una cosa muy fácil de trasmitir a personas receptivas en el sistema educacional, que a su vez podrían hacer lo necesario para que la educación se torne más relevante al cambio. Pero ya llevo unos 15 años dándome cuenta que sucede algo muy extraño en la educación: se trata de una institución muy bien intencionada,  un gremio en el que en cada país se habla continuamente de reformas posibles y particularmente de currículos complementarios o alternativos; se celebran conferencias, se invierte mucho dinero – y no cambia nada fundamental, pues domina una gran inercia institucional.

            Y a mí esto me parece trágico, como también me parece trágico que entre todos los males del mundo, éste  sea uno  casi invisible.

Pienso que el desarrollo humano sea fundamental, no sólo en vista de una sociedad viable sino en vista de la felicidad del individuo, pues no creo que estemos en este mundo simplemente para sobrevivir y pienso que más nos convendría pensar en nuestro planeta como en una especie de purgatorio al que hemos llegado para hacer un trabajo interior: para cultivar nuestro espíritu y salir mejor de como llegamos.

Hasta un materialista empedernido o un agnóstico doctrinario puede reconocer que “no sólo de pan vive el hombre”. Pero ¿cómo es posible que tras milenios de reflexión acerca del destino humano, de la felicidad que trae la virtud y de la perfectibilidad de nuestra condición, exista en el mundo civilizado una institución que se llama  “educacional” y que no se ocupe más que de cosas relativamente insignificantes? Pues es claro que en lugar de ocuparse de ayudar a las personas a ser buenas personas para que así tengamos un buen mundo, se dedica a enseñar materias que, se supone, van a servirnos en nuestra vida de trabajo; o que, se supone, van a servir para la educación de nuestra mente, pero ni siquiera sirven de gran cosa en la preparación de los estudiantes para una futura vida de servicio; sirven sólo para la educación de ciertos aspectos de la  mente, en detrimento de otros. Más que nada, la educación actual sirve para pasar exámenes y así lograr un lugar privilegiado en el mercado de trabajo, por lo que es exacto decir que el órgano social al que correspondería velar por el desarrollo humano se ocupa de irrelevancias, olvidado de su función-—y esto sucede justo cuando se ha tornado sumamente urgente el desarrollo humano en el estado actual del mundo.


jueves, 2 de mayo de 2013

Educar todo el ser humano

Me pregunto y me sigo interrogando –en estos meses aparentemente convulsionados- sobre los diversos significados de la educación como práctica pedagógica, como experiencia en el aula y como manera de vivir y realizar un compromiso humanista con los niños y los jóvenes.  

 Creo que las crisis (esas tan temidas y peligrosas crisis) tienen esa potencialidad virtuosa de poner al desnudo las fallas no resueltas, las soluciones parche, las estructuras añejas y las tareas pendientes, para que seamos capaces de cambiar y de incitar los cambios.

 No sé si será porque en lo vivido ya llevo como 10 crisis (económicas, sociales, políticas, históricas…) en el cuerpo o por esa insoportable e interminable curiosidad del intelectual y del sociólogo, pero me fascinan las crisis: son momentos cruciales y extraordinarios, son instantes únicos de condensación de muchos malestares, son inéditos cruces de caminos donde convergen carencias, frustraciones y sobre todo, de profundas aspiraciones olvidadas y contenidas, que entran a desbordarse de su cauce “normal” y a subir a la superficie.  

 http://aulasvirtuales.files.wordpress.com/2011/09/educar-todo-el-ser-humano.pdf